Elisah Harris, dedicó la mayor parte de su vida a su trabajo: asesina a sueldo. Elisah era una de las mejores sicarias del país. Había viajado por todo el mundo, cometiendo toda clase de delitos. Desde robos, atracos, y posteriormente asesinatos. Su especialidad era el sigilo. Elisah era capaz de silenciar por completo su respiración en cualquier circunstancia. Sus pasos eran discretos, y sus movimientos gráciles y sutiles. Esconderse y pasar desapercibida era uno de los motivos por los cuales había llegado hasta donde estaba. Trabajando para los cargos más altos entre los mercenarios.

Asesinos a sueldo, sicarios, matones... Todos conocían su nombre. Más de uno había intentado matarla, pero atraparla era todo un reto.
Elisah se convirtió en la mejor hitgirl de Estados Unidos, había llegado a lo más alto, había conseguido todo cuanto quería, pero seguía sintiéndose vacía. Nunca había asesinado por placer, pero sí para sentirse viva. La adrenalina, la emoción, la excitación, y el poder de tener en tus manos la vida de otra persona había conseguido mantenerla entretenida. Pero ya nada era suficiente. Ser la mejor ahora le resultaba aburrido, pues donde se encontraba, ya nada le suponía un reto. Así, decidió tomarse unos meses de descanso.
Durante ese tiempo, su mente la atormentó. No encontraba una motivación, un camino a seguir para no volverse completamente loca. Había probado con todo, volver a los atracos, carreras ilegales, cualquier cosa que la sacara del estado en el que se encontraba, pero nada parecía funcionar.
Un día, mientras sujetaba entre sus dedos el último cigarro del paquete que le quedaba, contemplando la lluvia que caía sobre la gran ciudad a través del gran ventanal de su apartamento, su teléfono volvió a sonar después de dos meses. No recordaba haber activado el sonido, por lo que, curiosa, se dirigió hacia la mesa del salón y lo recogió, contestando al instante, sin saber que aquella llamada lo cambiaría todo para siempre.
Uno de sus antiguos clientes, un traficante de considerado prestigio en la ciudad, había contactado con ella porque un tipo, un camello de los bajos fondos, le debía una cantidad considerable de dinero. Le había entregado la mercancía y aún no había recibido el pago. Elisah aceptó, y se encaminó hacia el alijo del sujeto haciéndose pasar por una nueva clienta. Cuando llegó y se cercioró de que estaban solos preparó su estrategia por costumbre; sacar su pistola y amenazar al tipo, concediendo así el primer aviso. Si no pagaba, moriría. Era sencillo y la mayoría no solía necesitar de un tercero. Aquel parecía ser el caso.Mientras el tipo preparaba el pedido, Elisah examinó la estancia. Siempre era necesario para la siguiente visita: zonas de acceso, ventanas sin seguridad, escaleras de incendio, entradas secretas… Cualquier cosa que le resultara útil. Una vez terminó de analizar el entorno, se dispuso a actuar. Se aproximó hacia la cortina que separaba el recibidor y sacó su pistola despacio, apuntando hacia el fondo, cuando percibió el crujir de la escalera que daba a la entrada. Bajó el arma con cautela y se giró. Aquello complicaba un poco las cosas… La puerta estaba abierta, (caso error por su parte, aquello era algo que no solía sucederle) así que, cualquiera que quisiera entrar podría hacerlo sin siquiera llamar. Por suerte tenía los sentidos aguzados y logró anticiparse. Con los ojos puestos en el umbral de la puerta, Elisah sintió que el corazón empezaba a latir con fuerza sin un motivo aparente. Aquello la hizo fruncir el ceño, pues hacía mucho que no le sucedía aquello. ¿Ponerse nerviosa? ¿Por qué?…
La respuesta no tardó en llegar, en cuanto la propietaria de los pasos y la causante de que hubiera tenido que posponer sus métodos apareció, supo que su vida cambiaría a partir de aquel momento.
Una mujer de cabello largo, castaño, vestida con medias de rejilla hasta la media altura del muslo, falda negra y camiseta de corte a los hombros, pasó al interior de la sala en la que ella se encontraba. La saludó, pero Elisah no fue capaz de pronunciar una palabra. Aquel día, fue el primer día en toda su vida que se vio incapaz de completar su trabajo. Lo que fuera que sintió al ver a aquella mujer, al escucharla hablar, se quedó durante los días restantes rondándole la mente.Renegó continuar con el encargo, y volvió a la soledad de su casa durante dos largas semanas. El rostro de la desconocida se le presentaba en sueños constantemente, despertándola a media noche en completa desesperación. Atormentada por la incertidumbre, Elisah volvió día tras día al alijo, aguardando volver a verla. Siguió sus pasos día tras día, siguiéndola hasta su casa desde las sombras sin ser vista, sintiendo que el sentimiento que despertó el primer día en el que la vio, cada vez se hacía más grande. Había averiguado muchas cosas sobre ella, como por ejemplo que se llamaba Amanda, que tenía 32 años, y que tenía un serio problema de adicción a las drogas.Una noche, mientras Elisah seguía su protocolo habitual (y por suerte para la mujer que estaba siendo acechada), descubrió el cuerpo de Amanda tendido sobre el suelo, en una esquina cercana al alijo. Corrió hacia ella e intentó reanimarla. La aguja sobre el suelo y el elástico aún tensado en su brazo le hizo entender lo que había sucedido.Sabía que algo extraño le sucedía con aquella mujer, pero nunca pensó que sería algo tan profundo como lo que acababa de sentir. Pensar que podía perderla estaba consumiéndola de manera instantánea.Después de tantos años arrebatando vidas, aquella era la primera que salvaba....Cuando Amanda despertó, lo hizo en una casa que no era la suya, sobre una cama mucho más cómoda, en un lugar que olía infinitamente mejor. Y lejos de asustarse, se sintió aliviada al recibir la presencia de la mujer que la contemplaba en silencio frente al sillón del dormitorio. Podía parecer siniestro, cualquier persona hubiera gritado y pedido auxilio, pero ella no.La conexión entre ambas fue instantánea, recíproca.Los meses transcurrieron, Amanda y Elisah se veían prácticamente cuatro de los siete días de la semana e incluso a veces todos ellos. Elisah empezó a entender que no era simple curiosidad lo que sentía por la contraria, así que, una noche, tras invitarla a cenar a su casa, decidió arriesgarse y confesar lo que sentía a través de uno de los mejores besos que Amanda recibió en su vida. Después de aquello, no volvieron a separarse.Ambas eran semejantes, parecidas, buscaban lo mismo, sentían lo mismo, pensaban igual. Y aunque su relación podía resultar ciertamente tormentosa, juntas se sentían confortadas en su propio caos.Dos años después, el 23 de Julio del 2004, Amanda fue secuestrada por el asesino en serie Jigsaw, y fue sometida a una prueba que cambiaría sus vidas para siempre.
El 21 de octubre, dos años después del incidente, Amanda murió a manos de Jeff Reinhart, uno de los sujetos de prueba de Jigsaw.
Elisah jamás se recuperó de su pérdida. Cada noche despertaba entre gritos desolados, pronunciando su nombre.


Meses más tarde, cuando la misma pesadilla de siempre volvía a repetirse, Elisah decidió suplicar en sueños volver a recuperarla de la forma que fuese, costara los que le costara, pues se negaba a vivir en un mundo en el que ella ya no estuviese.La entidad escuchó su mensaje y le ofreció la oportunidad de redimirse. Elisah participaría en su juego, aceptando su acuerdo. Si deseaba ver a Amanda una vez más, debía sobrevivir y escapar de cada uno de los reinos a los que fuera enviada.Nunca estaba segura de si sería enviado al mismo en el que se encontraba ella, pero aún así continuaba participando.De ese modo, y con cada muerte, Elisah estaba más cerca de perder parte de su esperanza, y consigo, parte de su alma, convirtiéndose lentamente en un caparazón sin emociones.Era una de las mejores supervivientes de sigilo. Era capaz de esconderse del asesino sin ser advertida. Su respiración, sus jadeos y sus gemidos de dolor se camuflaban sin necesidad de habilidades extras, lo que la convertía la mayoría de veces en la última superviviente en pie. El porcentaje de veces en las que lograba salir con vida era del 94%, pero como resultado, sus compañeros solían morir en su lugar. Elisah no era altruista, su único objetivo en el juego era sobrevivir al siguiente reino con la esperanza de que esta vez fuera Amanda la que estuviera aguardando tras las puertas. No le importaba esconderse y esperar mientras sus compañeros morían a manos de los distintos asesinos, si quedaban dos, ella nunca sería atrapada.Elisah trabajaba sola, no solía cooperar, pues siempre prefirió asegurarse la supervivencia por sí misma. Escapar de las garras del asesino sin esconderse era una de sus flaquezas, por lo que lo más normal era que los tres primeros generadores fueran reparados por ella misma, mientras sus compañeros entretenían, salvaban, o curaban al resto.El esperado día llegó por fin. Abrió los ojos y reconoció de inmediato el lugar, estaba en la Planta Procesadora de Carne de Guideon. Miró a su alrededor, ubicando una de las cajas de puzzle. Elisah no se lo pensó, mientras todos sus compañeros caminaban cautelosos sin hacer ruido, ella corrió con desesperación hasta que su corazón latió repentinamente rápido. Se detuvo en seco, se volteó despacio y sintió que el mundo volvía a tener sentido. Tras ella estaba agazapada y esperando para atacar, el amor de su vida. Elisah se agachó en sintonía, quedando a su misma altura, y entonces, Amanda, en el interior de la máscara de cerdo, pareció reconocerla. Se aproximó aún en cuclillas hacia ella y el caos se sembró.Elisah llevó a Amanda hacia el resto de los supervivientes, aniquilándolos uno a uno. Gracias a que entre sus habilidades personales se encontraban la de analizar auras, no le resultó complicado vender a sus aliados. Amanda consiguió una victoria despiadada.El tiempo se acababa, sólo quedaba ella, el amor de su vida para entregar la última alma al Ente, pero Amanda se negó, llevándola hasta la trampilla que le garantizaría la salida de aquel infierno. Pero Elisah no aceptó, su único deseo tras haberla recuperado era quedarse con ella allí, para siempre, entregando su vida para pasar al siguiente juego. Y así fue durante todas las ocasiones en las que ambas coincidieron. Elisah la ayudó a encontrar a los supervivientes uno a uno para asesinarlos y pasar el mayor tiempo posible con ella a solas.


Por supuesto, el Ente, consciente de todas las fechorías que Elisah había cometido, decidió castigar su traición, jugando a su propio favor. Supo que su bando jamás fue el de superviviente, que el lugar que verdaderamente le pertenecía era el de asesino.De ese modo, el Ente desterró a Elisah a un reino exclusivamente concebido para ella. El cementerio de la Desolación y el Tormento, donde debería asesinar a aquellos que un día fueron sus aliados, entregando sus vidas como sacrificio por su eterno castigo.El sufrimiento de no volver a ver a Amanda supuso para Elisah la deconstrucción progresiva de su humanidad. Poco a poco se fue convirtiendo en uno de los asesinos más feroces e impíos de todos los reinos.El amor era uno de los sentimientos más fuertes que el ser humano podía sentir, y cuando se lo arrebatabas, cuando ya no quedaba nada, la atrocidad se abría paso con brutalidad, sembrando masacres.Elisah pasó el resto de sus días lamentándose entre insoportables sollozos por la pérdida de la única persona que la había hecho sentirse viva. Su llanto era tan lacerante, tan desgarrador, que mermaba la esperanza de todos aquellos que estuvieran asediados.Elisah perdió el último resquicio de humanidad que le quedaba. Ahora era un monstruo sediento de sangre buscando en las muertes ajenas aliviar el sentimiento desesperanzador que la pérdida de Amanda había traído consigo.Ahora vagaba entre lamentos esperando alimentarse del alma de aquellos que se atrevieran a atravesar las puertas de su reino, los cuales correrían un funesto destino.Su habilidades personales Penitencia sigilosa, Codependencia y Maleficio: Aguijón del escorpión le proporcionan la capacidad de localizar a supervivientes y desencadenar efectos letales sobre ellos.

CEMENTERIO DE TORMENTO Y DESOLACIÓN